La envidia en el mundo corrompe
mis venas por querer hacerme partidaria de su tristeza. Hay quien se entrega
con ojos cerrados y pecho abierto a esa batalla y yo, que nunca he creído en
las ciencias que dibujen las posibilidades exactas de morir en el intento, no
voy a ser menos que quienes han perdido la fe. Buscar sin creer es como
mirar sin ver pero sigo esperando el método que responda a todos mis porqués.
Si el mundo gira, ¿por qué yo no?
Si ellos se encuentran, ¿por qué
yo no?
Peleo contra mis males y mis
verdades, con el pasado y las letras-puñal que resplandecen como luces de neón
ante mi cuerpo, que me tatúan verdades incontestables y me seducen con la
envidia como pecado capital. Pero acuso, rasgo y muerdo y no hay quien me tome
en serio y yo creo, firmemente creo, que ya no puedo creer en algo que no sea
marcharme de mi propia piel y mis sentidos, de mi conciencia y mi concepción
del mundo. Puede que la única solución sea fundar una religión a quien se acoja
todo aquel que sepa de las lecciones de la vida y aún así prefiera aferrarse a
lo que irracionalmente dicta el alma.
Arrojarse a la batalla con los
ojos cerrados y el pecho abierto.
Pero a veces gana el frío, y es
difícil creer en algo más que en la envidia.
2 palabras:
Confío en las personas que se lanzan a la batalla con los ojos cerrados y el pecho abierto, aunque gane el frío. Basta ya de corazas y de ir arrollando, eso es lo que hace que no llegue nunca el calor.
Hay envidias sanas y en las que hay creer siempre y otras que mejor lejos.
Hay envidias que nos empujan a ser mejores, quien sabe, tal vez sea el comienzo de un circuito de mejora :)
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