En 1982, Amnistía Internacional informó que durante las masacres, “el gobierno destruyó pueblos enteros, torturó y mutiló a sus pobladores y realizó ejecuciones masivas”, y cita el ejemplo de un pueblo en el que las tropas “forzaron a todos los habitantes a entrar en el juzgado, violaron a las mujeres, decapitaron a los hombres y golpearon a los niños contra las rocas de un río cercano hasta que murieron”. Por su parte, Survival Internacional, una organización dedicada a la defensa de los pueblos indígenas, recogió el testimonio de decenas de refugiados guatemaltecos en México que narraron cómo se asesinó a mujeres embarazadas y niños y se quemó vivas a varias personas. Así los supervivientes de la masacre de la Finca de San Francisco explicaron cómo más de 300 personas fueron violadas, tiroteadas, quemadas, cortadas a machetazos o desventradas. De este modo narra uno de los supervivientes una de las escenas que le tocó presenciar: “Finalmente sacaron al último niño. Era un niño pequeño, tal vez de unos dos o tres años. Le apuñalaron y le sacaron el estómago. El pequeño gritaba, pues aún no estaba muerto, y el soldado agarró un palo grueso y pesado y le aporreó la cabeza. Le cogieron por los dos pies y le estrellaron contra un árbol. Lo tiraron contra el suelo y le cortaron la cabeza. Cogieron los pedazos y los tiraron dentro de la casa”.
El otro día, leyendo este libro de
Miguel Pedrero estuve planteándome cuánto tardaría en idear y construir una
nave que me permitiese vivir en el espacio, lejos de toda ¿humanidad? durante lo
que me quede de vida, pero no fue hasta que llegué a este fragmento cuando empecé
con los planes de exterminio de la raza humana.
Violar a mujeres y decapitar
hombres me parece deleznable, pero golpear a niños contra las rocas hasta
acabar con su vida, sacarle el estómago a otros y golpearles hasta la muerte, es
algo que, sinceramente, no me entra en la cabeza, y me niego a reconocer que
formo parte de esta raza de elementos inclasificables que no sólo juegan con la
vida humana a su antojo, sino que disfrutan con una tortura que, a pesar de intentar
imaginarla, soy incapaz de recrear en mi mente.
Me pregunto de dónde sacaron las
fuerzas esas ¿personas? para llevar a cabo semejante acción, cómo fueron
capaces de llegar a tal grado de crueldad sin ningún tipo de remordimiento.
Lo peor de todo es que ojalá, ojalá,
se tratase de casos aislados, una de esas tragedias que llaman la atención del
mundo entero por su carácter inusual. Pero no. La historia se repite cada vez que
hay que favorecer los intereses de un bando en perjuicio de los del otro. Y,
como podemos comprobar, ahí no importa nada.
Y a mí me hierve la sangre de ver
cómo el mundo permanece impasible, que continuarán las masacres y todo quedará
o en el desconocimiento que provocan los medios de desinformación o en la
resignación del que cree no poder luchar contra la injusticia. Que avanzará la
historia y unos cuantos millones de más decidirán sobre la vida humana y
manipularán a sus marionetas para que ejecuten el trabajo sucio. Que el poder y
el dinero seguirán corrompiéndolo todo.
1 palabras:
Tú, yo, Gandhi, Hitler, Vicente Ferrer, Mariano Rajoy, Mercedes Sosa, Walter Freeman, tú, yo y los autores de los terroríficos crímenes que has citado, formamos parte de la misma especie. ¿Qué caracteriza por tanto al ser humano? Que es capaz de todo. ¿Son unos seres humanos más representativos que otros a la hora de definir nuestra especie? ¿Quién nos representaría mejor, en nombre de toda la humanidad, ante una delegación de seres extraterrestres? ¿Un criminal de guerra, o una profesora de educación infantil?
En mi opinión, los hechos que has citado son fruto de una enfermedad. Enfermedad entendida en el más profundo de los sentidos. La mente de esas personas está tan alterada y descompuesta (entrar en las causas de ello nos llevaría lejos) que no se puede esperar otra cosa; en un momento determinado, una pieza de su cerebro salta y se produce la catástrofe. No los justifico ni los disculpo. Solo trato de hacer más "asimilables" a mi comprensión (?) las barbaridades que acabo de leer. Es insoportablemente duro.
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