Mensaje en una botella.

24.8.13



Todo el mundo se habla, dormido o en sueños, pero hay miles de voces sin valor que sólo susurran a la luna –esclava ya de tantos secretos– en las soledad de sus noches. Existe una imposibilidad innata de devolver a la realidad las palabras que –cada vez que el sol se pone– la almohada esconde, y esta falta de valor se repite como el eco por cada rincón del planeta. Esclavos de nuestra propia estructura lógica, nos mostramos reacios a cualquier gesto, palabra, persona o situación que derribe todos los cimientos con cuestiones que la ciencia nunca logrará explicar. Cabreados con el mundo, que no es más que una copia barata de nuestro mapa interior, luchamos contra lo invencible y así, acabamos con la boca sangrante de tanto morder los labios, seguros ya de que el control no lo posee el dinero. Henchidos de incertidumbre, paradójicamente vamos viendo cómo la verdad se presenta cada vez más clara –y la negación y el miedo comienzan a hacer gala de sus mejores trajes–. Observando cómo el laberinto se cierra por minutos, contemplamos la salida con la paciencia de quien se sabe espectador y no protagonista, aceptando que la huida hace tiempo dejó de ser una opción. 
Donde una vez residió la duda, ya sólo queda una sonrisa irónica ante la pasmosa velocidad del cambio. Es como si ahora el mundo brillara, contradictoriamente, con colores apagados, pero en contraste con lo que ves al girar la cabeza, antes tus ojos tan solo contemplaban una fotocopia desgastada. 

Matarías por un instante de paz, pero una vez dentro del juego sabes que la adrenalina será tu fiel compañera, y que tu cerebro ni en el mundo onírico dejará de darle vueltas a lo que piensas cuando estás despierto. Es parte de la excitación, de la titilante llama que te ciega las pupilas, del eterno maratón sin meta en los próximos 100 kilómetros.
Nadie más que la luna –que ya ha escuchado la historia en tantas voces– sabe de la romántica relación que entablan las palabras y el terror cuando se pulsa el botón. Obedeciendo a un impulso absurdo se encadenan y tiran la llave, dejando un único camino.
Sólo queda lanzar jeroglíficos en una botella.

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El baúl de la habitación de al lado

Palabras...

>> Muchas veces las palabras que tendríamos que haber dicho no se nos presentan en el espíritu hasta que ya es demasiado tarde.
André Gide.


>> La palabra que retienes dentro de ti es tu esclava; la que se te escapa es tu señora.
Proverbio persa.




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