Cuando me pongo a releer cosas antiguas, las lágrimas son cara asegurada de la moneda. Pero a veces encuentro cosas que compartir. Así que aquí tenéis.
Siempre supe que la puerta de
acceso a mi corazón tiene la maldita manía de abrirse ante el arte, y las
palabras pueden ser llave suficiente como para transformarse en arma y hacer
astillas pomo, puerta y marco. La música tiene la fuerza necesaria para
reventar todas mis ventanas y la combinación de las dos se hace con el camino
directo al fondo de mi alma.
Frente a la típica advertencia
acerca de enamorarse de alguien que escribe, yo sé que jamás podré caer en las
redes de alguien que no lo haga.
A mi vida se entra con las letras,
las cuales multiplican su efecto en forma de canción. Dame una voz que haga
estremecer mi espina dorsal y tendrás mis cadenas a tus pies. Y aunque las
sueltes, seré incapaz de marchar, porque a mí lo que me ata (sin hacerme sentir
lejos de la libertad) es un hilo invisible de arte escapando de cada poro.
Y como el arte nunca dejará de ser
uno de los tres pilares de mi vida, tropezaré mil veces con la misma piedra
mientras ésta me susurre que la magia está en sus dedos.
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