Amapolas de recuerdos

9.5.12

 Es curioso como un mísero elemento puede estar lleno de vida, y de recuerdos...
En mi vida, es el caso de las amapolas.
Dulces flores, silvestres, aparecen donde ellas quieren llenando de color un lugar monocrómico... Despertando la pasión en nuestro interior enfrascandonos en una sensación de libertad apacible...
Ellas evocan en mi mente una larga lista de sensaciones, la mayoría indescriptibles, debido a miles de recuerdos que  albergan en sus entrañas a estas criaturas intentando pasar desapercibidas, Tal vez sea así para el resto del mundo. Pero no para mí. Porque cuando todo es triste, cuando necesitas evadirte aunque sólamente sea un misero segundo, ellas pueden ser tus mejores aliadas...

Muchos años atrás, cuando era tan solo una niña infantil, inocente y llena de esperanzas por triunfar, mi familia veraneaba en una tranquila y acogedora aldea gallega, una aldea en la que unas conchas incrustradas en el suelo señalaban el camino hacia Santiago. Una aldea que recoge mis raices más llamativas, mis veranos más añorados y miles de instantes familiares hemorsísimos... Un día de alguno de aquellos cariñosos veranos, decidimos ir a explorar las zonas de esa tierra tan sumamente mágica... Así encontramos un campo de amapolas. Un campo que evocaba libertad, evasión y naturaleza. Cada uno de los que me acompañaban en el viaje se posicionó en un trocito de ese paraiso, abrió los brazos e inspiró profundamente todo el aire que le permitieron sus pulmones... Como buena niña, decidí imitarles, y asi vivi una de las esperiencias más mágicas de mi vida. Aprendí lo que puede darme la naturaleza en un ínfimo instante, aprendí que se podían compartir instantes íntimos sin rozar siquiera la incomodidad. En el camino de retorno, multitud de personas caminaban en el arcén para conseguir llegar a su meta en Santiago de Compostela... En sus caras se podía percibir alegría, cansancio, esperanza, ilusión.. pero una cara fue diferente, una cara denotaba sufrimiento, dolor y desánimo. Mi padre estacionó al lado de la portadora de ese rostro, la invitó a subir y a acercarla a su destino: El albergue. Ella tenía los ojos enjuagados en lágrimas, y cuando desprendió de su pie el calcetín, ampollas de todos los modelos existentes vieron la luz. El dolor rebañaba cada una de sus esperanzas y tras una ristra de palabras que me conmovieron de manera absoluta, decidí cederla uno de mis instantes mágicos para tranquilizarla... Abrí las manos que había conservado formando una intención de cajita, dejé al descubierto la amapola recogí en el paraíso natural y se la ofrecí con el mismo cariño que la amapola evocaba en mi. Ella me regaló una sonrisa que hizo encogerse a mi corazón diminuto. Al cojer la flor, debido al aire de las ventanillas del monovolumen, todos los petalos de la amapola se esfumaron... Ante tal panorama, la chica se entristeció de nuevo y me pidió perdon
-No es culpa tuya- La respondí intentado que la sonrisa volviera a nacer en su rostro.
-Sigue siendo hermosa, asi que aunque no tenga pétalos, me la pondré en el pelo.. ¿Qué tal me queda?
- Estás muy guapa - Dije con total sinceridad
Pues ahora la llevaré siempre, cuando termine el camino me acordaré de ti.- Y así volvió a nacer su sonrisa. Y así ella se fue.

Tal vez perdiera el tallo de amapola, tal vez lo tirase, pero eso ya no importa
Yo no he perdido su recuerdo, yo no he tirado lo que aprendí, y eso es lo realmente importante.
Cada vez que veo una amapola, pienso en aquella chica, pienso que aunque no tenga pétalos, seguirá siendo hermosa si en sus entrañas conserva rayos de cariño y de dulzura.
Cada vez que veo una amapola, recapacito sobre el mundo, sobre los pequeños detalles y tengo la sensacion de que, al terminar su camino, ella me recordó. Y así quiero que sea mi vida. Que al final del camino alguien me recuerde por una intervención dulce y reconfortante.

Anika.

4 palabras:

Ester L. dijo...

Porque hay personas mágicas como tú, merece la pena estar en este mundo.
Seguro que la chica de la amapola tampoco se ha olvidado de ti.

Teeburu Coriso dijo...

Ana, me has emocionado muchísimo. Mejor dicho, me has hecho llorar. Estoy llorando, ¿vale?
Dios, me ha parecido increíblemente tierno y bonito. Mientras lo leía me imaginado a una pequeña Anita con rizos pelirrojos cayendo por todos lados, con muchísima energía y una sonrisa que podría mover montañas.
Me encantas. :)
PD: Estoy segura de que la peregrina se acordó de ti al llegar a Santiago y aún se sigue acordando hoy porque esos pequeños detalles, aunque parezcan insignificantes, son los que nunca se olvidan.

Sheyimash dijo...

Personas y cosas que marcan por un instante y para siempre la vida de otras... Gracias por ser una fuente de inspiración y por compartir este "momento cumbre" con nosotros.

Unknown dijo...

Sin duda, es un bonito recuerdo, y un bonito gesto. Supongo que las amapolas te transmiten una sensación agradable por lo que acabo de leer.

Lo tendré en cuenta, compi ;)

Me ha gustado leerte, es una gran historia, se puede aprender mucho de ella.

Un abrazo!

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